El macizo de las Gavarres constituye junto a Begur el extremo septentrional de la cordillera litoral catalana. Forma un gran arco que se abre hacia el norte, a caballo entre las comarcas del Baix Empordà y el Gironès. Tiene una extensión aproximada de 350 kilómetros cuadrados repartidos en una veintena de municipios: Calonge, Castell-Platja d’Aro, Corçà, Cruïlles-Monells-Sant Sadurní de l’Heura, Forallac, la Bisbal d’Empordà, Mont-ras, Palafrugell, Palamós, Santa Cristina d’Aro, Torrent i Vall-llobrega en la comarca del Baix Empordà, y Cassà de la Selva, Celrà, Girona, Juià, Llagostera, Llambilles, Madremanya, Quart y Sant Martí Vell en la del Gironès.
El macizo limita al norte con la planicie del Baix Empordà a través de una serie de colinas, conocidas con el nombre de Pregavarres; al noroeste toma contacto con la Cordillera Transversal, separando en este punto las planicies de l’Empordà y La Selva; al oeste limita con La Selva y al sur con el valle d’Aro, pequeña depresión en la que el rio Ridaura separa las Gavarres del macizo de l’Ardenya. Es un macizo de formas redondeadas que Josep Pla definió como “elefantinas”, y que tiene sus puntos más elevados en los picos gemelos de la Gavarra i Arques, de 533 m y 527 m respectivamente. Otras cimas destacadas son los de la Mare de Déu dels Àngels (485 m), Montigalar (467 m), Santa Pellaia (353 m), el Puig Cargol (363 m) y el Montnegre (285 m).
Ubicadas pues entre dos planicies altamente humanizadas, y cerca de un litoral sustancialmente alterado, las Gavarres ofrecen un extenso paisaje forestal, perceptible en toda su extensión.
El territorio de las Gavarres, como ha ocurrido y sigue ocurriendo en la actualidad con cualquier espacio habitado, es y ha sido el reflejo de las actividades y de las formas de vida de los distintos colectivos humanos que lo han poblado. Las casas señalan la importancia de la organización de la sociedad en familias; las paredes de los bancales, los riegos, los molinos, los hornos, etc., indican las maneras en que estas familias han podido obtener su sustento; las iglesias y los caminos recuerdan las maneras en que las familias se han organizado, y los nombres de los lugares y sus leyendas reflejan una manera de pensar y de percibir el mundo.
El estudio del paisaje con mentalidad histórica, pues, permite hallar, bajo el espeso manto de vegetación que hoy cubre las Gavarres, los restos de otras maneras de vivir que, en el fondo, coinciden con las sucesivas etapas de la historia del macizo.
Texto de http://www.gavarres.cat/